El castillo de Coca es uno de esos castillos en los que no es difícil imaginar el foso lleno de agua con cocodrilos y dragones asomando y una doncella mirando desde los torreones. Que esté excepcionalmente conservado dice mucho a su favor, como también su peculiar planta. Aunque es la fachada de ladrillo rojo una de sus características importantes, muy diferente de la construcción de otros castillos y fortalezas de época más antigua como el castillo de Guzmán el Bueno de Tarifa.

La visita

A medio camino entre Segovia y Valladolid un cartel anuncia a pie de carretera el desvío hacia Coca. En las indicaciones varias son las poblaciones que se acompañan del mismo nombre, pero solo una nuestro destino. No solo el castillo nos llama a visitar la villa segoviana, a la que llegamos tras recorrer el palacio de La Granja de San Ildefonso, sino que la localidad tiene más atractivos, siendo el castillo de Coca el mayor y más vistoso de ellos.

La fortaleza llama la atención desde que se inicia la suave pendiente que lleva hasta su enclave. Todo rodeado por un generoso foso, la entrada al castillo de Coca se hace por donde mismo la hicieran reyes y caballero en los últimos años de la Edad Media. Un puente es el único punto que permite salvar la cavidad desde la que nacen las murallas del castillo. Es probable, no obstante, que el proyecto original no tuviera el cómodo puente como arco de acceso, sino que fuera una puerta levadiza la que hiciera de pasarela para dar entrada a la fortaleza castellana.

Con el foso lleno de agua se representa al castillo de Coca en dos miniaturas tan distantes como similares. Una de ellas se encuentra en Austria, concretamente en el parque Minismunid de Klagenfurt. La otra está mucho más cerca, en Olmedo, en el Parque temático mudéjar. No en vano el castillo supone una claro ejemplo de la combinación de los estilos mudéjar y gótico.

castillo de Coca

Historia del castillo de Coca y su villa

Para valorar el baluarte que tenemos ante nosotros es preciso conocer un poco de su historia y el porqué del emplazamiento en la villa de Coca.

La ciudad de Coca existía antes de nuestra era. En unos documentos datados en el siglo V a.C. se hace referencia a una próspera villa en el valle del Duero en la que habitaban más de seis mil vecinos. Cauca era la ciudad de referencia de lo que hoy es la campiña segoviana. Hacia el año 151 a.C., cuando los romanos consiguen hacerse con la zona, la villa cuenta con veinte mil habitantes.

Durante siglos Coca corrió una desigual suerte, unas veces bajo el amparo de los árabes y otras bajo los cristianos. En la Edad Media los nobles la gobernaron. Fue uno de ellos, un Mendoza, quien cedió el municipio a la familia Fonseca, quienes iniciaron la construcción del castillo en 1473.

Desde su construcción el castillo de Coca fue tanto baluarte defensivo como palacio de nobles. Bajo su amparo se celebraban fiestas. Uno de los dueños por cuyas manos pasó la propiedad del castillo ordenó traer desde Sevilla varios alarifes, a quienes probablemente se debe la apariencia y ornamentación de la fortaleza castellana. Después de estar bajo varias manos y ser atacados por el enojo de otros tantos nobles, la casa de Alba se hizo con la propiedad del castillo, hasta que ya en el siglo XX cedió la propiedad a Ministerio de Agricultura, para que el edificio acogiera a la Escuela de Capataces Forestales que aún hoy sigue formando a los jóvenes de la zona.

Interior

Impresiona el castillo de Coca más por su exterior que por su interior. Localizado sobre una leve elevación del terreno, entre pinares, muy cerca del lugar de encuentro de los ríos Eresma y Voltoya. Los maestros artesanos sevillanos supieron dar forma al ladrillo de arcilla que aporta la característica cromática a la construcción y se presta a crear figuras y ornamentos decorativos como los que muestra hoy el castillo.

Cruzar sus muros es un lujo barato. Por menos de 3 euros se puede hacer la visita a los aposentos que fueron en otro tiempo de nobles, el patio de armas, la estancia en la que se cree que estuvo la mazmorra, subir a la torre del homenaje, desde cuya altura se divisan otros dos castillos próximos: Íscar y Cuéllar.

Se accede al castillo por la capilla, que fue un añadido posterior datada en el siglo XVI. La sala acoge una interesante muestra de arte español y flamenco. La Virgen con el niño pasa desapercibida en su situación elevada en una esquina del recinto. La sala de armas y la torre del homenaje son las siguientes paradas en la ruta que recorre el interior del castillo de Coca. En la sala de armas hay que dedicar tiempo a observar el artesanado y la decoración con azulejos.

Mucho de lo que hay ha sido restaurado, como se aprecia en la galería de la torre, por lo general siguiendo la inspiración primitiva y el estilo del castillo, salvo el patio, que fue reconstruido siguiendo criterios más funcionales y menos históricos, como se aprecia fácilmente. La galería de tiro también forma parte de la visita, que posteriormente transcurre por la sala de los jarrones, para terminar en las que se dicen eran las mazmorras.

Desde luego el viaje a Coca merece la pena cuando el anfitrión de la visita es su castillo.