Aparte de los museos y centro de arte que hacen de la ciudad de Málaga una visita ineludible para el viajero, la capital de la Costa del Sol cuenta con encantos que suman siglos de historia en su haber. El Castillo de Gibralfaro, junto al Alcázar de Málaga, constituye un elemento histórico que suma a los atractivos turísticos de la ciudad. Por su singular situación ofrece las que sin duda son las mejores vistas de Málaga, de las que se puede disfrutar desde que se inicia la subida a pie el monte de Gibralfaro, una labor que se puede antojar pesada pero que bien merece el esfuerzo.

En el entorno del monte de Gibralfaro, sobre el que se asoma victorioso el castillo de Málaga, se reúnen las tres culturas predominantes en la ciudad: romana, árabe y más recientemente el renacimiento. La subida al castillo permite pasar de una a otra viendo como Málaga se rinde a los pies de sus más antiguos monumentos, los que le valieron el renombre de plaza fortificada en los tiempos de contiendas.

Según se cree, por lo que puedo deducir de lo aprendido en el Centro de Interpretación del Castillo de Gibralfaro, el nombre del monte y del actual castillo vendría dado por un antiguo faro que culminaba en lo más alto de la montaña. Así se atestigua también la importancia del puerto de Málaga desde las primeras civilizaciones que llegaron a la Costa del Sol, no encontrando solo un baluarte y un lugar estratégico, sino un lugar en el que acomodarse dado el espléndido clima de que hace gala y del que di buena fe durante mi visita.

La subida se hace larga pero merece la pena. Se puede optar por llegar al castillo por carretera. Hasta su puerta llega el autobús turístico de Málaga. Aunque esa opción evita contemplar las vistas de la ciudad que ofrece el camino a pie. Durante el trayecto varios descansillos sirven de miradores sobre la vecina Plaza de Toros, el puerto de Málaga, la catedral, conocida por los malagueños como “la manquita”, la playa de la Malagueta y buena parte de esta agraciada costa.

Gibralfaro

Castillo de Gibralfaro – Alcazaba de Málaga

Ya en lo más alto la entrada al castillo se agiliza y se agradece, por ser gratis y no ser un monumento muy visitado de la ciudad, a pesar de su enorme valor. El estar en lo alto del monte ahuyenta a muchos, que prefieren quedarse en las excelentes pinacotecas de la ciudad.

El castillo ofrece dos lienzos de columnas que se extienden por toda la cima del monte a lo largo, en busca de la Alcazaba de Málaga. En el interior del recinto fuertemente protegido y excepcionalmente conservado no se puede buscar más que el sosiego que brinda un entorno natural envidiable. El castillo fue sobre todo un lugar donde albergar las tropas, que a buen seguro dormían en tiendas dispuestas por la gran explanada contenida por las murallas.

De los edificios que puedo visitar está la Torre Blanca, cuyo interior albergaba en tiempo el aljibe de la instalación. Es la más grande de las construidas y la que está mejor orientada para buscar la foto más famosa de Málaga.

Para entender el castillo de Gibralfaro hay que acceder al antiguo polvorín. El edificio austero por fuera alberga por dentro el relato visual de la historia de Málaga. Varias vitrinas, cada una dedicada a uno de los últimos siglos, reproducen atuendos y enseres históricos. Aunque lo que más gusta es la enorme maqueta de la ciudad de Málaga, que ayuda a entender el trazado romano y la posterior ciudad árabe.

La visita prosigue subiendo a las murallas y recorriendo gran parte del perímetro que aún hoy protegen. Hay que llevar la cámara de foto con memoria suficiente, pues las vistas son sencillamente únicas e inmejorables. Pero no se puede abandonar el Castillo de Gibralfaro sin al menos visitar el lugar donde está localizado el Pozo de Airón, un pozo excavado en roca viva por los fenicios hasta una profundidad de 40 metros.