Iniciar el viaje es algo más que hacer la maleta y organizar a la familia para que no se olvide nada. Además hay que tener un destino, y para esta primera ocasión en que nos hemos decidido a contar nuestras anécdotas viajeras nos fuimos a Cádiz, la ciudad trimilenaria.

Antes de ponernos en camino siempre procuramos entrever qué nos depara nuestro destino. Así pudimos saber que Cádiz, esa península del sur, la tacita de plata que rebosa salero, ha ido cambiado a lo largo de los milenios. Cuenta la historia arqueológica que lo que hoy parece una gran isla unida por una lengua de tierra con San Fernando (y sus dos respectivos y famosos puentes sobre la bahía), en otro tiempo fueron tres islas.

Desde tiempos inmemoriales varias culturas se han asentado en este territorio bañado de sol y acompañado casi permanente por el viento, especialmente de levante. Los fenicios pudieron ser los primeros, con visita también de tartesos, romanos y alguna que otra cultura, todas ellas con su legado material (e inmaterial).

Cádiz. Catedral

Vista del Atlántico desde la Cúpula de la Catedral.

De Cortadura a Puerta Tierra

Llegamos a Cádiz y nos encontramos una primera muralla que hace de puerta provisional de entrada. Según conocemos más tarde se trata de los muros levantados para evitar la entrada del francés en el que fuera el reducto de España a comienzos del siglo XIX.

Una larga y exquisitamente recta avenida nos lleva hasta el segundo tramo de murallas que se interpone entre nosotros y la ciudad antigua. Son las Puertas de Tierra. Aunque a todas luces son un baluarte defensivo, más parece la fachada de una iglesia construida al aire libre. ¿Será por eso que a Cádiz la llaman el relicario? Antes de llegar hasta aquí hemos pasado por una iglesia, la de san José, patrón de la Buena Muerte.

Algún vecino del que no recuerdo el nombre, y cuyo acento denotaba ser hijo de la ciudad, nos contó que hace algunos siglos, cuando las epidemias de peste asolaban la región, las puertas de la ciudad se cerraban a los apestados, que dormitaban cerca del templo, en otro tiempo solitario, que se encuentra a escasos cincuenta metros del antiguo cementerio, donde acabaron los que corrieron peor suerte.

La historia de Cádiz tiene mucho que ver con la vida y la muerte. Incluso el ser de sus vecinos está impregnado de algo de eso. Siendo puerto de mar las desgracias vienen acompañadas de temporales y noticias de barcos que nunca regresaron.

Y hablando de barcos…

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Cádiz, Catedral y costa

Cádiz y el mar

Es inevitable que Cádiz sea una ciudad marinera. Está completamente rodeada por el líquido elemento, con el nombre de Atlántico por una costa y Bahía de Cádiz por la otra. El puerto se aprovecha de las aguas tranquilas de la bahía. Así Cádiz dio la espalda al Atlántico, hasta tal punto que la Catedral, a pesar de estar a pie de playa oceánica, mira a la bahía que atisba sobre los edificios.

En el entorno del puerto están algunos de las instituciones más singulares de la ciudad, y la única cuesta que encontraremos en esta llana ruta. Bajamos por la Cuesta de Las Calesas y nos encontramos a un lado la estación de trenes, junto con la antigua aduana, y al otro el que hoy el Palacio de Congresos. La alta chimenea que sobresale de la planta nos indica que en otro tiempo era la Fábrica de Tabacos. Precisamente hace poco que cerró la fábrica situada a la entrada de la ciudad, que en día de levante cubría la urbe con el característico olor de las hojas de tabaco tostado.

Siendo Cádiz marinera su patrona no puede ser otra que la Virgen del Carmen, sin embargo, no es la única. El privilegio lo comparte con otra advocación mariana, la Virgen del Rosario, cuya imagen se venera en el vecino convento de Santo Domingo. Merece la ocasión pasar al interior de la iglesia, de estilo manierista, probablemente por inspiración italiana. A fin de cuentas nuestro paseo por Cádiz nos llevará a transitar ante varios palacetes genoveses con columnas salomónicas traídas de Italia, tierra de origen de los que fueron grandes comerciantes afincados en la ciudad.

Tan solo unos pasos después llegamos a la Plaza de san Juan de Dios, puerta de entrada al casco histórico, antesala del Ayuntamiento de Cádiz y vínculo de unión con el puerto. Un buen lugar donde descansar y probar las tortillitas de camarones que tan famosas son en Cádiz.

Nuestro viaje se para aquí. Hacemos un punto y seguido, y marcamos el inicio de nuestra nueva etapa que retomaremos próximamente.