Antes de llegar a Florencia el viajero ya sabe mucho de lo que va a ver, sin embargo, corre el riesgo de que le ocurra como a Stendhal, quien cayó desmayado a contemplar tanta belleza. Hoy en día con Internet nos podemos hacer una idea de lo que nos depara el viaje a Florencia, aunque la ciudad donde nació y reside el Renacimiento tiene infinidad de sorpresas, desde la impresionante plaza del Duomo, con la cúpula de la catedral como elemento arquitectónico singular, hasta dar un paseo sobre el río atravesando uno de los más concurridos puentes italianos.

Primeros pasos en Florencia

Hay muchos modos de llegar a Florencia. Yo he escogido el tren, así que lo primero que me recibe cuando llego a la ciudad es uno de los tesoros más interesantes, la plaza e iglesia de Santa María Novella.

La fachada de mármol está considerada una de las más bellas del mundo, si bien en Florencia son varias las iglesias que la reproducen y evolucionan las suyas a partir de este templo. Al principio fueron los dominicos sus habitantes. El claustro debió ser escenario de rezos de los frailes, aunque no es el ni mucho menos el principal atractivo. El interior de la iglesia invita a contemplar frescos de gran belleza. Como curiosidad, dentro del recinto de Santa María Novella se encuentra la farmacia más antigua de Europa en funcionamiento. Data 1221.

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De Florencia al cielo

Santa María de Fiore hace de catedral de Florencia y se alza sobre la ciudad marcando el perfil característico. La plaza del Duomo aglutina a tres edificios de singular belleza y maestría arquitectónica. El primero de los edificios que se construyó fue el Baptisterio. Esta sala octogonal era la puerta de entrada al Paraíso. Antes de entrar en la iglesia los fieles debían de ser bautizados, por lo que en muchas iglesias es habitual encontrar la sala de la pila bautismal fuera del propio templo. Es una característica común con Pissa.

El Baptisterio es una joya de arte desde su entrada. Lorenzo Ghiberti construyó en bronce dorado la Puerta del Paraíso, una extraordinaria representación de escenas bíblicas. Actualmente la puerta que se muestra es una reproducción, la original se protege dentro como oro en paño. Una vez en el interior, además de la puerta de Ghiberti, hay que elevar la vista al cielo y contemplar los fabulosos frescos de la capilla.

Fuera, en la plaza del Duomo, los turistas hacer grupos intentando capturar la fachada de Santa Maria de Fiore en todo su esplendor, con las diferentes tonalidades el mármol multicolor magistralmente colocado. Aunque si hay una expresión de maestría en Florencia es la cúpula de la iglesia.

Brunelleschi ideó la mayor cúpula en ladrillo rojo construida en el mundo. Sus dimensiones son objeto de estudio por los actuales arquitectos, a quienes cuesta entender que el arquitecto no hizo uso de andamios en su construcción. Desde lo alto de cúpula -visita muy recomendada- se tiene una interesante visión de Florencia.

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Florencia, ciudad de los maestros

A parte de la obra de Brunelleschi, que no es el único legado que dejó a la ciudad, Florencia recopila episodios de la historia del arte muy importantes. Tanto, que aquí yacen algunos de los grandes artistas del renacimiento.

La plaza de la Signoria es otro de los puntos de encuentro de florentinos y turistas. Mientras los italianos se deleitan en una de las más populares chocolaterías de Florencia, los turistas se afanan por hacer una foto a la réplica del David de Miguel Ángel que aguarda en la plaza.

Este recinto es el epicentro de la vida política. El palacio de los Vecchio acoge hoy en día los plenos del ayuntamiento. Sus salas, con frescos de gran valor que bien merecen una visita, también han acogido durante apenas un lustro el gobierno de la nación. Dentro no te puedes perder la impresionante sala de los Quinientos.

Antes de abandonar la plaza hay que visitar la Galería Uffizi, donde se exponen las obras más importantes del renacimiento, aunque no fue su primer propósito.

Florencia. Puerta del Paraiso.

Los maestros

Muy cerca, en dirección Este, llegamos a la plaza e iglesia de Santa Croce. Su fachada inacabada es una muestra del poder de las grandes familias, que “luchaban” unas con otras para aparentar más fuerza construyendo más grandes y mejor decoradas capillas. La iglesia de Santa Croce merece la visita por su interior magistralmente acabado, pero no solo por eso, sino por quien yace bajo sus cimientos.

En esta iglesia descansa Miguel Ángel, Galileo Galilei y Maquiavelo, entre otros genios. Una impresionante tumba anuncia la presencia del gran poeta italiano Dante Alighieri, pero sus huesos no reciben homenaje bajo la belleza del mármol, sino que se encuentra en un callejón menos transitado no muy lejos de aquí. Si bien en el exterior una estatua del autor de la Divina Comedia también hace alusión a su presencia.

Florencia. Puente Vecchio

El puente al paraíso

El puente Vecchio es el que más llama la atención de todos los que cruzan el río Arno. Su particularidad radica en que no es mero puente, sino que alberga viviendas y tiendas de artesanía y orfebrería en su calle inferior. Por arriba, los Vecchio crearon otra galería para no tener que ser vistos ni compartir el tránsito del puente con los florentinos de paso desde su palacio de residencia al palacio “laboral”.

Es el palacio de residencia de la familia florentina la última parada obligada en el viaje a Florencia. No solo por el palacio en sí, que está majestuosamente decorado con frescos y paneles dorados por doquier, sino por los jardines de Boboli. Este parque abierto al público reproduce lagos, cuevas, montes y todo un conglomerado de la naturaleza toscana que rodea a Florencia.